Editorial A Vencer de septiembre

De Papel Prensa a Julio López

En la pelea por marcar los ritmos de la coyuntura, el kirchnerismo volvió a recuperar terreno de la forma que más le gusta: apelando a iniciativas de ofensiva política. Son expresión de esta voluntad la instalación en el centro del debate público de la forma mafiosa en que Clarín y La Nación se apropiaron de Papel Prensa durante la última dictadura militar; y, consiguientemente, el proyecto de ley para declarar de interés público la elaboración, comercialización y distribución de papel para diarios.

Ambas acciones son dos estocadas al corazón de la posición oligopólica, de privilegio, que ambos diarios mantienen en el sistema de medios gráficos, y abren las puertas para que “florezcan mil flores” de publicaciones afines al oficialismo. Complemento de lo anterior, es la puesta en vigencia de la reglamentación de la Ley de Servicios Audiovisuales, anunciada al cierre de esta edición de A Vencer, y que da inicio a la implementación práctica de algunos aspectos de la nueva norma aprobada por el Congreso durante el año pasado.

Una vez más, los hechos políticos que estructuran el escenario político nacional y que marcan la agenda, están repletos de matices y contradicciones, a años luz de las épocas en las que se daba la pelea contra el menemismo, la Alianza o el duhaldismo, y en las que el enemigo aparecía muy clarito en las luchas; y como contracara el campo popular –en sus innumerables expresiones y visiones-, quedaba casi todo “del mismo lado”… No es ésta la realidad de estos días y así las cosas, nuevamente, las claudicaciones, defecciones e imposturas están en el orden del día.

Todo está guardado en la memoria…

Para empezar, hay que plantear sin ningún tipo de vacilación que la propiedad de Clarín y La Nación de Papel Prensa es el resultado de una maniobra mafiosa durante la última dictadura militar, que ambos medios pagaron con una combinación de silencio cómplice y apoyo activo frente a los crímenes del Terrorismo de Estado. En una nota publicada en la Agencia Nodo Sur (ANS) en noviembre de 2007, cuando al kirchnerismo estaba en su etapa de romance con el Grupo Clarín, el periodista Carlos Rodríguez explicaba en un artículo sobre este tema, que “los nuevos dueños de Papel Prensa pagaron ocho millones de dólares por una empresa que estaba valuada en el orden de los 250 millones, como lo confirmó una investigación realizada a partir de 1986 por la Fiscalía Nacional de Investigaciones Administrativas”. No por casualidad, la inauguración de la planta de Papel Prensa en la localidad bonaerense de San Pedro, que tuvo lugar el 26 de septiembre de 1978, fue presidida por el genocida Jorge Rafael Videla, a quien “acompañaron y aplaudieron la señora Ernestina Herrera de Noble, Héctor Horacio Magnetto, Bartolomé Luis Mitre y Patricio Peralta Ramos. Nada menos que Clarín, La Nación y La Razón”. Sobran los datos para fundamentar el papel mafioso de Clarín y La Nación sobre este tema, por lo que poner fin a este negociado mafioso, originado en el fraude y la tortura, es una cuestión democrática elemental que respaldamos (es otra discusión cuál será la nueva regulación que reemplazará a la vigente, algo que todavía no está para nada claro y que requeriría un artículo aparte).

Planteado lo anterior, es imprescindible señalar que el kirchnerismo, otra vez, se muestra en este tema como un experto en las artes del gatopardismo. Genera realmente indignación que una de sus principales espadas mediáticas en este asunto sea Osvaldo Papaleo, jefe de prensa de Isabel Perón en su etapa final en la Presidencia; es decir, del gobierno que a través de la Triple A anticipó a sangre y fuego la tarea represiva de la dictadura. ¿Es hacerle el “juego a la derecha” afirmar sin dobleces estas verdades? Estamos convencidos de que no y consideramos que es lo mínimo que reclama la memoria de Rodolfo Ortega Peña, Silvio Frondizi, el “Negro” Atilio López y de cientos de militantes populares y revolucionarios asesinados por las bandas de López Rega.

En otro sentido, no puede dejar de mencionarse las “escandalosas” piruetas de Pino Solanas sobre este tema, que primero habló de “paso positivo” en referencia al anuncio; luego afirmó que era un “papelonazo” la actuación de Cristina Kirchner… y mañana vaya a saber qué planteará. Es evidente que Pino va amoldando sus opiniones para no irritar demasiado al Grupo Clarín, no sea cosa que le reduzcan el cupo mensual de minutos en pantalla en su peregrinar por los estudios de TV del multimedios que dirige Héctor Magnetto.

¿Y Julio López?

“Ya pasaron treinta años,

Kirchner dice `nunca más´,

pero el compañero López,

no se sabe dónde está”

Fuertemente vinculado a lo anterior, aunque a primera vista pueda no parecerlo, es el hecho de que durante este mes de septiembre, se cumplen cuatro años del secuestro y desaparición de Jorge Julio López, testigo clave en juicio al genocida Etchecolatz. Aunque toda la prensa lo silencie, sin distinciones prácticamente, el compañero Julio López es el desaparecido 30.001 y nada sabemos de él, sólo que fue secuestrado por grupos fascistas directamente comprometidos con la última dictadura militar y que actúan bajo el amparo de estructuras del aparato estatal (policías bonaerense y federal, la SIDE, etc.).

Y si arriba mencionamos ciertas imposturas, en este tema no podemos olvidarnos de recordar las todavía frescas palabras del actual Jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, quien días después de la desaparición de Julio López -y en su por entonces papel de ministro del Interior-, afirmó que López tal vez “se podría haber ido a visitar a una tía”. Eso dijo quien se supone que hoy defiende con “convicción” la política de derechos humanos del gobierno nacional.

Cuatro años sin López, sin verdad, ni justicia, es demasiado tiempo. Tenemos que quebrar el manto de impunidad que encubre el secuestro del compañero y esforzarnos por revertir la naturalización con que la sociedad toma su desaparición.

La mejor política

En el primer apartado de este artículo editorial hicimos mención a las particularidades de la etapa política actual y su diferencia con los escenarios políticos que predominaron mayormente en los últimos veinte años.  Etapa distinta para la lucha revolucionaria y por el socialismo, con nuevos desafíos, complejidades y dificultades.

Expresión de esto son los alineamientos que se produjeron para las elecciones de CTA (ver artículo en página 2), donde valiosos activistas y luchadores antiburocráticos -del Subte, Simeca y otros sectores-, lamentablemente terminaron sumándose a las listas de Hugo Yasky, mayormente, o Pablo Micheli, en menor medida. Nunca será suficiente señalar el flaco favor que hace a esto el impresentable sectarismo miope de las principales fuerzas de izquierda, que contribuye enormemente para impedir la gestación de alternativas genuinas y con inserción real. Sin embargo, eso no absuelve las limitaciones y responsabilidades propias del conjunto de fuerzas que tratamos de levantar, sin éxito, una propuesta democrática y clasista para esta coyuntura. Creemos que llenar de contenido político este vacío objetivo, es una de las principales tareas del momento.

En este sentido, desde MIR no dudamos que ésta es una etapa para animarse a “hacer política”, con audacia e iniciativa, superando los sectarismos que nos atraviesan. Pero creemos que el límite, sin duda, es la defensa de la independencia política de clase en cada uno de nuestros planteos. “La cuestión no es cambiar de collar, sino de dejar de ser perro” enseña el saber popular, o como alguna vez planteara el Che, expresándonos en un todo: “política de principios, la mejor política”.

Por ese camino estamos convencidos de que hay que seguir marchando: dando pelea contra los represores y la impunidad de ayer y de hoy; por el agrupamiento del clasismo en la CTA y en el movimiento obrero en general; por el 82% móvil para nuestros jubilados; en defensa de la comunicación alternativa, comunitaria y popular en el marco de la nueva ley de servicios audiovisuales;  contra las políticas antipopulares del macrismo en la ciudad de Buenos Aires y contra la de todos los gobiernos de turno en los lugares donde nuestra organización tiene mayor o menor presencia.

Desde estas posiciones seguiremos intentando hacer nuestro aporte a la creación de la fuerza social revolucionaria y la organización política que nuestra clase y nuestro pueblo necesitan para su liberación.

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